Cuando te perdi (estando) en casa

Rosalía volvió a casa, luego de largas e interminables horas de trabajo, agotada pero feliz, de saber que gracias a ese esfuerzo y sacrificio a sus hijos, Rubén de 17 años e Ignacio de 15, no les faltaría nada, pues su esposo Raúl al igual que ella no tiene descanso, para que allí haya de todo.

Al ingresar, sintió un gran vacío, como desde hace tiempo, nadie la salió a recibir, ni la esperó con la mesa puesta, para cenar o tomar unos mates y conversar; pero esta es la primera vez que lo percibe de esta manera. Entró, se sentó en su lugar de la mesa, sirvió la comida que compró y esperó a que alguien viniera. Decidió no llamar a sus hijos, para saber si tenían en cuenta que ella ya había regresado. Larga se hizo la espera, pues nadie salió de su cuarto a verla.

Así, decepcionada, se acostó, y más tarde cuando llegó Raúl, le comentó lo que había pasado. Él le respondió que estaba exagerando, que seguro que los chicos se dieron cuenta que ella estaba, pero que estarían ocupados con sus estudios, además le dijo que se veía que estuvieron en el comedor en busca de comida porque no habían dejado nada; y le pidió por favor que lo dejara descansar porque había tenido un día fatal (como casi todos últimamente)  y que necesitaba dormir.

Los días siguientes decidió ponerlos a prueba, cada mañana salía sin siquiera encender la hornalla de la pava para preparar el desayuno, y al regresar a la noche, dejaba las bandejas de la comida sobre la mesa y se retiraba a observar.

Pasaron días en que los chicos se levantaban, se iban al colegio de doble escolaridad, al que ellos mismos eligieron para poder trabajar horario corrido, sin tener que cortar para volver a cocinar y darles de comer. Al regresar cada uno se iba a su cuarto, Rubén a conectarse con sus amigos en el Face, Ignacio a descansar y hacer las tareas, estudiar y ver televisión, hasta dormirse del agotamiento. Los fines de semana, Rubén, siempre es el que tiene planes, así que le pide dinero a Raúl y sale en el auto que le compraron; a veces vuelve, otras se va con sus amigos y no lo hace.  Ignacio, en cambio, prefiere organizar todo lo de la semana y darse tiempo para ir al club los sábados a practicar deportes, mientras Rosalía y Raúl trabajan horas extras.

Finalmente los domingos, salen a almorzar afuera y vuelven a casa a descansar para preparase para el lunes.

Al pasar un par de semanas así, prácticamente sin hablarse, sin conocer nada de ninguno, de los que les pasa a diario, Rosalía se preguntó ¿Cuándo los perdí (estando) en casa?

Cuántas familias son como Rosalía y Raúl, y es que el hecho de parir un hijo, no nos convierte en padres y el hecho de recaudar dinero juntos no nos promueve a la categoría de pareja.

Un niño desde su nacimiento y antes también, necesita ser nombrado, ser amado, necesita las caricias, las miradas y las palabras de sus padres, para su desarrollo emocional. Pero para que ello suceda necesitamos convertirnos en padres y eso implica en primer lugar, desear tener al hijo, y luego dedicarle tiempo para compartir y transmitir nuestra experiencia como hijos.

Los hijos que tienen ausencias maternas y paternas, necesariamente tendrán carencias, quizá no materiales, pero sí emocionales.

Tengamos presente que las emociones deben comunicarse y la falla en la comunicación traerá aparejado que el hijo no pueda ponerlas en palabras, ni expresarse.

Lic. Roxana Celeste Dib

 

One Response to “Cuando te perdi (estando) en casa”

  1. rosanna

    cuánta verdad en tan sencillas y emotivas palabras. Vale la pena recordarlas continuamente e intentar recuperarnos y recuperar los afectos